El principio de la vuelta es exigente. La primera curva es a fondo y lleva a Estoril, la segunda curva, que es muy dificil, y donde la aerodinámica ha de estar perfecta.
Adelaida es una horquilla, y hay que frenar muy fuerte; no es sencillo por que los coches tienden a moverse mucho. Después llega Nürburbring, la gran chicane rápida, en quinta velocidad se suele atravesar, muy fácil perder los vértices si los coches son subvirantes.
Es un constante freno y giro, freno y giro... La siguiente curva en 180º, es muy tardío, y se acelera lo antes posible a la salida de la difícil curva. Después se sigue con el pedal a fondo hasta la chicane de Imola, que es ciega, pues en este punto la pista sube un poco y luego baja. Precisamente en este cambio de rasante el coche tiende a perder carga aerodinámica lo que hace que se mueva mucho. También se pasa en quinta, sólo que en esta es necesario un ligero toque de freno. La salida tiene que estar medida al milímetro con el fin de salir bien colocado para encarar la siguiente curva, concida como Chateau d'Eau. Literalmente hay que tirarse hacia la izquierda, nada fácil si tenemos en cuenta que en un F1 llegas allí en un santiamén.
A continuación se llega a el Liceo, otra horquilla de la que hay que salir muy bien colocado para tomar bien la última chicane, que es vital para la recta siguiente, la de la salida.
No es sencillo reglar los coches en este circuito, pues es necesaria mucha carga en las chicanes, y una resistencia mínima para las largas rectas. Un error mínimo en los reglajes puede suponer un gran cambio en los tiempos por vuelta.
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