Desde luego la leyenda y el prestigio de Ferrari abarcan límites insospechados, y su emblema es uno de los menos conocidos, sobre todo para los que no son grandes seguidores de tan mítica escudería. Para aquellos no demasiado entendidos en coches, el Cavallino (Caballo) es el síntoma inequívoco de que se encuentra ante un Ferrari.
La historia del logo de la escudería italiana empezó un 17 de junio de 1923, cuando Enzo Ferrari ganó una docena de pruebas locales que conservó en su palmarés como piloto. Fue en el circuito de Savio y a bordo de un Alfa Romeo de tres litros que pilotó para el equipo oficial de la marca. Entre el público se encontraba el conde Enrico Baracca, que le felicitó por la victoria y aprovechó para invitarle a su finca situada cerca de Ravena.
El propósito de la visita no fue otro que el de ofrecerle el símbolo que su hijo fallecido utilizó en sus tiempos de aviador, con el fin de que le diera suerte a Enzo en las carreras. Y es que Francesco Baracca fue el más famoso aviador italiano de la Primera Guerra Mundial, que se alistó a la Academia Militar de Módena en 1907 y pasó a la caballería en 1912, para posteriormente trasladarse a Francia donde aprendería a pilotar aviones militares.
En 1915 entró en combate por primera vez y sobrevivió a varios derribos, siendo condecorado por sus logros con la medalla de oro al valor militar y armado Caballero del Aire. Seguramente sus días de caballería le impulsaron a colocar el caballo negro sobre un fondo blanco en su avión. El 19 de Junio de 1918 fue alcanzado por una bala, probablemente desde tierra, y se estrelló en las líneas enemigas, muriendo en el acto. En un gesto de caballerosidad, el cavallino fue devuelto a su familia, que posteriormente se lo cedió a Enzo Ferrari, cuyo hermano mayor, Alfredo, murió en combate en el escuadrón de Baracca a principios de la guerra.
Enzo le colocó de fondo el color de Módena, el amarillo, auténtico color de la Scudería y no el rojo como se suele creer, que fué el que utilizó porque fué el color asignado a Italia en la época en que la F1 se regía por una normativa que asignaba colores según la nacionalidad de los equipos. Las siglas SF son por la Scudería Ferrari y la bandera italiana por algo obvio.
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