Bahrein 2010: la carrera de su vida
Fernando Alonso en el podio de Bahrein 2010
"Su casco azul, amarillo y rojo, prácticamente el mismo con el que jubiló a Michael en 2006, refulgía entre la marabunta. Fernando, el matador ‘rosso’, sorprendentemente tranquilo se bajó de su monoplaza sin quitarse el casco y se encaramó a su F10 rojo. Estaba de nuevo en lo más alto..."
La carrera de su vida
“Ahí se acabó todo. Todo por lo que había luchado, sus años en Renault peleando contra las hordas rojas de Michael quedaron en la sombra cuando el joven chico inglés mostró una pizca de su talento”.
Bahréin 2010 nunca iba a ser una carrera más en la vida de Fernando Alonso. En realidad era ‘su carrera’, la causa por la que había estado luchando todos estos años. Este 2010 tenía que ser todo lo que no fue el 2007; y más.Pero en cierto sentido, 2 años de penuria en Renault, le habían hecho valorar el estar de vuelta de nuevo al estrellato.
Así pues, el prólogo de esta temporada, la de su incorporación al equipo más grande de la historia -según había comentado en una rueda de prensa para la marca de relojes que le patrocina-, tenía que ser el fiel reflejo de lo que nos espera. Dicho y hecho. Pero no en el sentido que nosotros creemos, claro.
Nueva Oportunidad
“Su meta era batir a su compañero, y desde el primer día mandar en el equipo, tal y cómo le había pedido su presidente Luca”.
2007 fue un año difícil en la carrera de Fernando, y los ‘popes’ de la prensa inglesa le perdieron cierto respecto cuando un joven y descarado Lewis, adelantó a Fernando en la primera curva de Melbourne. Ahí se acabó todo. Todo por lo que había luchado, sus años en Renault peleando contra las hordas rojas de Michael quedaron en la sombra cuando el joven chico inglés mostró una pizca de su talento.
La carrera de Melbourne la ganó Kimi, y se convirtió en el tercer Ferrarista que ganaba en su primera carrera con la marca del ‘Caballino ranpante’. Pero nadie habló de eso, ni de la carrera de Fernando, todas las loas se las llevaron el nuevo chico y su adelantamiento en la primera curva. No hay que perder de vista, que seguramente, Fernando también fue en cierta manera culpable, claro. El exceso de confianza, lo pagó caro, los agasajos del equipo quedaron en nada, y vio como la tercera plaza de Lewis fue más celebrada que su trabajada segunda plaza. Punto y final. Ese fue el fin.
Pocas veces uno tiene la fortuna de tener una segunda oportunidad, y por tanto, lo que uno no está dispuesto es a perderla. Para Fernando, esta segunda oportunidad era su redención, y no iba a dejarla pasar. Así que durante el frío invierno de la Emilia- Romaña italiana, se dedicó a trabajar, y trabajar, y trabajar. No iba a dejar ningún cabo suelto.
Su némesis el peligro
"...ahora sólo iba a pensar en puntos, puntos y más puntos. Puntos y campeonatos, esa es la piedra angular, el pensamiento transversal de este nuevo Fernando".
El único cabo (suelto) al que debe temer un piloto es su némesis, o sea sé, en el caso de Fernando, el brasileño Felipe Massa. Pero esta vez, no iba a confiarse. Iba a trabajar pensando en la carrera, y para nada en los efectistas tiempos de entrenamientos, y cómo todas las buenas victorias, esta empezó a forjarse mucho antes de que ondeara en su honor la bandera de cuadros. Su meta era batir a su compañero, y desde el primer día mandar en el equipo, tal y cómo le había pedido su presidente Luca.
En la época actual, con las reglas actuales, no hay nadie que se adapte mejor a las condiciones cambiantes que Fernando, a no ser que te encontraras con el Fernando de 2006, claro. Aquella amalgama entre Renault, Michelín y el propio Alonso es (casi) insuperable. Sólo este año, podremos ver si ese casi se hace realidad o se diluye como un azucarillo en aguardiente. Su trabajo iba a ser conseguir un coche rápido en todas las condiciones de carrera, calificación, principio de carrera con 180 kg de Shell a sus lomos y neumáticos super blandos usados, y final de carrera con medio usados y descargado.
El plan A era plantar el coche en primera línea al lado del rapidísimo Red Bull de Sebastián Vettel, y simplemente esperar a que el ritmo de carrera de su Ferrari pudiera con el coche con alas. Massa debía quedar atrás. Ese era su plan. En cuanto al plan B, no existía como tal.
Claro, que no iba a ser tan fácil. Había un par de cuestiones que Fernando no podía controlar: el tráfico en su vuelta durante la Q3 y lo que iba a hacer su compañero de equipo.
Felipe Massa se centró en la calificación, y luego echo el resto. Pensó en dejar atrás a Alonso desde el principio, pues, como demostró la carrera, estar en primera línea va a ser determinante esta temporada. Así, los reglajes de su coche buscaron la ‘pole’ a toda costa, con unas suspensiones un poco menos rígidas para poder asimilar mejor ese molesto bache de la nueva curva 6 del circuito. Todo lo contrario que Alonso, claro, algo que no iba a ser favorable cuando cargaras el coche.
Dicho esto, la vuelta de Felipe en la Q3 estuvo cerca de lo que podría llamarse la perfección. En cambio, Fernando, molestado por la vuelta de desaceleración de Adrián Sutil, cometió un error por aquí, otro por allí, y… ¡zas!, su segundo sector fue un desastre. Se dejaba medio segundo con Felipe, y aunque una vez se apartó Sutil marcó el mejor tercer parcial, no servía de nada. P3.
Sus mejores reglajes para condiciones de carga tampoco ayudaron. Pero la sonrisa seguía instalada en el rostro del asturiano, por ningún lado veías un resquicio de duda, y su plan B se iba a poner en marcha. Nada fuera de lo normal que no hubiésemos visto antes en Fernando. Había que pensar en el contexto de la carrera, y para ello, su próximo objetivo debía de ser colocarse lo mejor posible en el exterior de la curva 1. Ese iba a ser su plan B.
Ser un jugador de equipo
Si tienes el exterior de la curva 1 de este ‘Tilkódromo’, por la 2 tienes muchas posibilidades de llevarte el gato al agua. En realidad, su P3 no era tan nefasta como se podía pensar. ‘Sólo’ tenía que recuperar unos metros a Felipe, y luego meterle el morro en la curva 2. Ya lo había dicho el presidente de Ferrari: “los pilotos trabajan para Ferrari, para el equipo”, con todo el énfasis en la palabra 'equipo', así que Felipe no iba a hacer ningún movimiento extraño tipo Barcelona o Nurburgring 2007. Fernando pasó limpiamente, ¡ciao, Felipe!, ahora sólo corría contra ‘Seb’.
Con esta maniobra Fernando ponía de nuevo las cosas en su sitio, así que no iba a arriesgar más de la cuenta. Su supremacía en el equipo quedaba a salvo, ahora sólo iba a pensar en puntos, puntos y más puntos. Puntos y campeonatos, esa es la piedra angular, el pensamiento transversal de este nuevo Fernando.
Durante la noche del viernes, y aplicando sus cálculos, tenían claro que a Red Bull iba a ser difícil batirle, a no ser que consiguieran la ‘pole’, o la primera fila, y hacer la misma maniobra por el exterior que hizo con Massa. El problema no era tanto su velocidad pura, sino que en la primera parte de la carrera, los 10 kg de menos que iba a cargar Vettel, iban a presentar una barrera de al menos 3 décimas por vuelta.
¡A la carga!
"Sea lo que fuere, fue algo típico de los coches de Newey, absolutamente rápidos y brillantes, y tontamente vulnerables a las fallas mecánicas".
Exacto. En carrera se cumplieron a la perfección los cálculos de Ferrari, para cuando Fernando entró a cambiar ruedas en la vuelta 16, su diferencia con Sebastián era de 5 segundos. Pero a partir de esa parada, con sus neumáticos ‘prime’ nuevos, y 2 segundos en el bolsillo, gracias a que había adelantado su pit stop, Vettel estaba mucho más cerca. Lo tenía donde quería: 3 segundos, y había igualado prácticamente la relación peso/potencia.
Sólo tenía que esperar. Cuidar sus neumáticos, ahorrar un poco más de esa nueva gasolina que Shell extrae de la paja de un cereal no comestible, y esperar su momento; si es que lo había. Mientras tanto, tipos como Lewis y Michael, luchaban con un coche subvirador a más no poder, con menos ‘downforce’ que los Ferrari y los Red Bull. Algunos, como Michael, atribuían esa falta de agarre a la nueva dimensión de los neumáticos delanteros: “ Desde mi punto de vista, está todo un poco más limitado, se trata de los neumáticos delanteros. Son pequeños, muy pequeños. Eso no se adapta demasiado a mi estilo de pilotaje”.
Felipe entró una vuelta después que Fernando, y empezó a machar las pantallas de tiempos con parciales en morado. ¿Estaba demandando demasiado de sus neumáticos? Tal vez, y también recalentando un motor que empezó a lanzar alarmas, y aumentando su consumo innecesariamente, así que por una cosa u otra, tuvo que levantar el pie.
Mientras, Fernando, lanzó un pequeño ataque a Sebastián, pero Andrea Stela le avisó de que en el F10 de Massa se habían disparado las alarmas, así que se trataba de conservar motor, y esperar a las últimas 10 vueltas. Tenerlo, lo tenían a tiro. El ritmo de Ferrari, era superior. Alonso seguía ahorrando gasolina, y neumáticos. No quería arriesgar tampoco su nuevo Ferrari 056, pues después de haber cambiado el motor en sábado, y con sólo 8 motores para los 19 GP, no había que hacer locuras.
La suerte viene a visitarte
Pero no fue necesario. Como decía Giuseppe Verdi, “la fortuna viene a visitarte”, y ‘Seb’ fue victima de una de esas ‘averías’ que son foco de controversia toda la semana. En principio, parecía un tubo de escape roto, después fue una bujía, y luego un fallo en el cálculo de consumo de gasolina… o que Vettel gastó más combustible del debido en su primer ‘stint’. Sea lo que fuere, fue algo típico de los coches de Newey, absolutamente rápidos y brillantes, y tontamente vulnerables a las fallas mecánicas. Algo que alguien como Michael o Fernando, nunca dejarían de aprovechar, claro.
La palabra ‘victoria’ de formó en la labios de Fernando, sólo tenía que llegar a meta, y el sueño se convertiría en realidad. En ese momento era todo manos, corazón y cabeza. Se acordó de sus 2 años en el olvido, y se sintió como en su primera victoria en Hundría 2003. Se preocupó en cada uno de los ruidos extraños de su F10, y sólo se permitió el lujo de demostrar el verdadero potencial de su monoplaza con una estratosférica vuelta rápida, más de un segundo mejor que el resto.
Ahí estaba de nuevo. 14 vueltas después salió de la última curva, y empezó a lanzar su coche con fuerza, con grandes volantazos a izquierda y a derecha. Después de 2007, después de todas las barbaridades que se lanzaron en la prensa inglesa, después de todo el peloteo de la prensa española, ahí estaba de nuevo, en lo más alto. Independientemente de unos y otros. Fernando había vuelto, y lo había hecho para quedarse.
Corazón Rojo
"Para los chicos, los técnicos e ingenieros más experimentados de Manarello, era un ‘dejá vu’. Volvían a estar en la cresta de la ola...".
Bahrein 2010 podía no haber sido el GP perfecto, pero habían superado problemas con el sobrecalentamiento del motor, una calificación un tanto deficiente, y un déficit de 3 décimas por el mayor consumo del motor Ferrari. Su ingeniero de pista no daba crédito, pero había ahorrado un par de vueltas más que Massa, conservando neumáticos y motor. Su gestión de la carrera había sido impoluta ¿Qué más podía pedir?
Mientras entraba en la zona de meta, para aparcar el coche junto al número 1, el equipo se recuperó del varapalo de 2008, y ese título efímero de Felipe que sólo duro 4 curvas. Se quitó uno de esas finas protecciones de la visera, para tener la visión limpia de goma y grasa. Su casco azul, amarillo y rojo, prácticamente el mismo con el que jubiló a Michael en 2006, refulgía entre la marabunta. Fernando, el matador ‘rosso’, sorprendentemente tranquilo se bajó de su monoplaza sin quitarse el casco y se encaramó a su F10 rojo. Estaba de nuevo en lo más alto, y esta vez no iba a hacer celebraciones extrañas que desviaran la atención. Así que, simplemente, miro al cielo como dando gracias, y se dio varias palmadas en el pecho, muy cerca de su corazón.
Su corazón, el corazón de sus chicos de ‘rosso’, el de Luca, el de la gente de Maranello, el de sus antiguos colegas de Renault… y el de todos nosotros.
Un corazón nuevo, un corazón rojo, un corazón henchido de sangre y energía, como el de su equipo Ferrari, que desde 2004 no encontraba un líder tan sólido. Para los chicos, los técnicos e ingenieros más experimentados de Manarello, era un ‘dejá vu’. Volvían a estar en la cresta de la ola, después de otra travesía del desierto. Volvía a tener ‘su’ Michael, su Dios, el Sol que los iluminaría en los días de lluvia. El título de 2010, al menos, era posible. Ya nadie se acordaba del pasado... ¿Kimi Raikkonen? ¿Quién era ese?
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