Queridos lectores. He pensado en comenzar este año 2010 con una pequeña crítica a aquellos que seleccionan y eligen en qué circuitos deben correr los Fórmula 1.
Desde los últimos 7 años, los grandes templos de la velocidad se han ido apartando (o mejor dicho, los han apartado) para dejar paso a los grandes mausoleos de la Fórmula 1. Si, esos circuitos enormes que han sido construidos por un tal Hermann Tilke en países exóticos y lejanos del viejo continente, cuyas obras no dejan de ser monótonas y aburridas. Estos circuitos, en general, son todos iguales, pues poseen una larga recta seguida de una horquilla, para pasar a un complejo de curvas sencillas de trazar, y más horquillas y chicanes. Sus longitudes, comprenden entre los cinco y los seis kilómetros, y apenas cuentan con subidas y bajadas. Realmente, espectáculo sí que hay, pero está fuera del asfalto. Se sitúa en grandes edificios con siluetas imposibles, o en puertos deportivos donde los más ricos hombres del petróleo atracan sus barcos.
¿Por qué no corren en buenos circuitos?
Los nuevos circuitos asiáticos son buenos en cuanto a la seguridad, pero como digo, carecen de espectáculo sobre el asfalto, algo que los aficionados a este deporte reclamamos cada vez que se nos pregunta acerca de si nos ha gustado el Gran Premio que hemos visto en ese circuito. La culpa no es de los coches, ni de los pilotos, ni de los equipos. Toda la culpa es del dinero. De ese dinero que ansían tener Bernie Ecclestone y sus socios, y que puede encontrarlo en los países más exóticos en los que de la noche a la mañana se construye un circuito.
A mi me parece muy bien que corran en Malasia, Bahrein, China, Turquía, Corea del Sur o Abu Dhabi; pero que diseñen buenos circuitos en vez de malgastar el tiempo y el dinero en trazados planos con curvas sin personalidad. Para ello, sólo tienen que fijarse en pistas que mezclan la velocidad con curvas imposibles. Que se fijen en Spa, Monza, Suzuka, Silverstone o en el antiguo Hockenheim; trazados espectaculares que mezclan velocidad, conducción y espectáculo. Podrían construir en esos países circuitos que mezclasen algunas de esas curvas y rectas que forman a los grandes templos de la velocidad del mundo.
Y hablando de esto, me viene a la cabeza el circuito de Portimao, una verdadera joya del automovilismo, que se inauguró el año pasado, y que no es obra de Hermann Tilke. ¿Por qué será?
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