Nada se parece a cuando estaba en Ferrari, esta vez el éxito se saborea de manera diferente. Hoy Ross Brawn se siente uno de los hombres más felices del mundo, deportivamente hablando, mucho más que cuando había hilvanado cinco títulos consecutivos junto a Michael Schumacher y el Cavallino Rampante.
Es que esta vez no había una superestructura detrás. No había un súper presupuesto ni una factoría enorme a disposición. En Brackley apenas había quedado un plantel reducido forzadamente para que dieran los números, un coche terminado a tiempo por los ingenieros que ya no estaban y las cenizas que habían quedado de los sueños quemados de Honda.
Y de estas cenizas es que resurgió Ross Brawn, quien terminó poniéndole su apellido a un proyecto de rescate. Será por eso que “son sentimientos diferentes. Se dejan atrás los campeonatos muy rápidamente. Se olvidan. Siempre lo digo, pero las circunstancias son tan diferentes. El hecho de que hace nueve meses el equipo no existía…”
Por Brawn GP nadie apostaba. Ese auto blanco que había irrumpido en los últimos tests de febrero había llegado a Australia sin cautivar patrocinadores. Recién en el transcurso del fin de semana de Melbourne se pudo hacer de un triste apoyo por parte de Virgin, que jamás quiso aportar un dólar de más.
“Hicimos un equipo de personas que trabajó a lo largo del invierno sin saber si tenían futuro. Pero aún así trabajaron sesenta o setenta horas a la semana, o lo que fuera necesario. Así que las circunstancias son muy diferentes. No hemos tenidos los recursos de Ferrari, así que hacerlo así es muy especial”, continuaba Brawn.
Además, lo que intenta remarcar el gran estratega inglés es que la dupla de Brawn ha tenido más libertad que la que ha tenido Rubinho con Schumacher en Ferrari. A pesar de todo, entre ellos siempre pareció haber una amistad irrompible. “Han tenido un espíritu maravilloso, y creo que es casi excepcional en la Fórmula 1. Son genuinos, y lo digo porque no es superficial: se respetan el uno al otro. Han luchado en una batalla reñida y que siempre ha estado abierta. Lo siento por Rubens, porque creo que tenía una oportunidad, pero el segundo juego de neumáticos no funcionó y tuvo un pinchazo. Así que la maldición de Brasil le golpeó de nuevo”.
Pero como se haya dado la lucha del campeonato no es en lo que piensa el viejo Ross. Levantarse por la mañana y recordar que entre las manos hay un campeonato mundial de Fórmula 1 con su apellido es una sensación única. ¿Si se lo cree?
“Estoy eufórico pero incrédulo. Hay momentos en los que me doy cuenta de lo que el equipo ha logrado. Es muy especial. La supervivencia del equipo era el principal objetivo. Llegar a la primera carrera e intentar poner las cosas en su sitio. Ver si podíamos empezar a encontrar la financiación para el futuro, porque la financiación existía, pero sólo para un año”.
“No teníamos una idea real de cómo íbamos a terminar la temporada, ni siquiera la primera carrera. Sabíamos que teníamos un coche que realmente había dado un paso adelante desde donde estábamos antes. Lo que nos dio un cierto estímulo fue cuando empezaron las pruebas con el nuevo coche. No vimos nada que rindiera como debiera según las nuevas reglamentaciones. Eso parecía arrogante, pero era nuestro análisis y es lo que nos hizo pensar que teníamos un buen coche”.
¿Y ahora que viene?
“Trabajaré ya en la temporada que viene el día siguiente a la carrera, aunque seguramente por la tarde, porque tendré resaca. Ahora podemos sentarnos y negociar. Nick Fry y yo nos sentaremos con los pilotos y lo resolveremos en las próximas semanas”.
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