En un artículo anterior, describí en qué consistía una de las degradaciones más comunes en los neumáticos de competición, el Graining, especialmente en la Fórmula 1. En esta ocasión trataré de explicar otro de los fenómenos de degradación con los que puede encontrarse un piloto, el Blistering.
Este fenómeno está provocado por un aumento de la temperatura en determinados lugares del neumático. Generalmente, se debe a la combinación de una fuerte aceleración y de una carga aerodinámica elevada en las curvas, tanto vertical como lateralmente.
Se forman burbujas visibles en la superficie de los neumáticos, donde la goma sobrecalentada se ha pelado. A priori, este tipo de deterioro no tiene una consecuencia grave para el tiempo por vuelta, aunque los neumáticos posteriores sean especialmente sensibles a este tipo de desgaste.
Cuando los neumáticos empiezan a burbujear el monoplaza derrapa más, lo que aumenta la presión sobre la goma. Aunque la superficie del neumático pueda sobrecalentarse rápidamente, la goma tiene propiedades naturales aislantes que impiden que el aumento de la temperatura se extienda demasiado deprisa por debajo de la superficie del neumático.
Una vez que la temperatura pasa al interior del neumático, las ampollas se producen más fácilmente y la banda de rodamiento comienza a deteriorarse. Si un neumático llega al final de su ciclo de vida natural en el momento en el que un monoplaza atraviesa la línea de meta, podemos considerar que los neumáticos han cumplido correctamente con su función.
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