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Análisis

Capitan Horner

Las balas silban en todas direcciones. La tormenta ha estallado con mil rayos y truenos rugiendo como si fueran otros tantos soldados más dispuestos a entrar en combate. No se distingue en el horizonte una victoria fácil, aún contando con la ventaja de viajar al frente, lejos de la retaguardia donde los soldados rasos se ponen nerviosos al oído de la llamada para entrar en acción. Pero comienza el desastre desde el mismo principio. La empresa hace aguas por todos lados. La lluvia menea la nave como si fuera de papel, que se empapa y amenaza con deshacerse. Los dos soldados miran al capitán que, sereno, parece no perder la sonrisa.

Análisis

¡Capitán!”, dice uno, “¡Capitán! ¡Ya han llegado! ¡Ya han llegado y no podemos contenerlos!” El capitán Horner, con su mirara imperturbable, mantiene la compostura y prosigue con su estrategia. Pero la estrategia también se ahoga y se convierte en papel mojado. Al final, el silencio de la derrota es un pitido en los tímpanos de los dos soldados que, derrotados y afligidos, son consolados por su capitán: “No os preocupéis, soldados”, asegura con su imperturbable e inquebrantable voz. “Somos los mejores.” Los soldados miran incrédulos y consternados al capitán Horner, sin entender sus palabras: “Pero mi capitán, si hemos perdido, nos han vuelto a vencer, no hemos podido controlar la situación, nos han derrotado…” El capitán Horner, al fin, aparta la mirada del horizonte y la fija en los ojos de sus derrotados soldados para espetar, casi sin pensar, como un robot programado para mentir: “Sí, pero nosotros somos los mejores.”

Para Horner cualquier agujero es trinchera

El adelantamiento de Vitaly Petrov sobre Mark Webber a sólo dos vueltas del final, cuando la lluvia ponía a prueba a pilotos y mecánicas, resume el problema de los Red Bull cuando las condiciones son adversas. Ambos Red Bull partían desde la primera posición, pero terminaron sexto (Vettel) y octavo (Webber).

Un resultado muy pobre, paupérrimo más bien, para quien se ha autoproclamado como el constructor del coche más competitivo de la parrilla de 2010. Entre Webber y Vettel se han repartido las cuatro “poles” del año, monopolizando la primera fila tres ocasiones. Pero entre ambos sólo han ganado una carrera y sólo han pisado dos veces el podio (una vez cada uno). Christian Horner vuelve a echar mano de las excusas; esta vez fue la lluvia: “Es frustrante, porque sobre seco no habríamos tenido rivales. En condiciones como las de China, no sólo influye la estrategia, sino también la suerte. Ferrari tampoco ha conseguido muchos puntos.” La diferencia es que Ferrari, igual que McLaren, Mercedes e incluso Renault, son capaces de remontar, convertir la mal llamada “suerte” en “inteligencia” y auparse hasta posiciones que, para Horner, deben están reservadas sólo a los que más corren sobre seco y bajo condiciones normales (en otras palabras, aburridas y predecibles).

Pero claro, ganar una batalla sin tiros es imposible; las guerras son inesperadas, cambiantes, llenas de sobresaltos y siempre hay que estar al pie del cañón, nunca mejor dicho, para evitar que cualquier disparo impacte en nuestro corazón y nos deje muertos. Eso es luchar por la victoria; estar en pleno campo de batalla, cayendo chuzos de punta, con veinte adversarios planeando estrategias y aprovechándose de cada maniobra errónea. En estas circunstancias, ser primero y esperar a que la suerte esté de nuestro lado… es temerario. Hoy han vuelto a ganar a Christian Horner, aunque él sigua diciendo que ha sido mala suerte y que su tanque era el mejor. Y es que, en el amor y en la guerra, cualquier agujero es trinchera.

Hamilton, de otra pasta

Cuando un piloto que ha protagonizado un rueda a rueda contra otro en pleno pit-lane, derrapando en aceleración, levantando la mano para quejarse, estando a punto incluso de trompear y declara en rueda de prensa que no recuerda nada… es que estamos hablando de una pasta especial. Mejor o peor, eso depende de cada uno, pero especial.

Lewis Hamilton es capaz de olvidar maniobras más que polémicas que rozan la ilegalidad poniendo carita de bueno, como si no hubiera hecho nada del otro mundo. Su lucha contra Vettel cuando ambos entraron en boxes fue más que dudosa. El inglés adelantó espectacularmente a Sebastian justo en un punto crítico: sí, aquel que le costó no pocas bromas cuando en 2008 dejó su coche aparcado en la grava.

Esta vez no sólo evitó la salida de pista, sino que nos regaló un adelantamiento increíble, plenamente legal (nadie o casi nadie respeta la línea blanca al entrar a boxes en ningún circuito, porque está permitido pisarla). El problema fue que sus mecánicos tardaron un poco más en cambiarle las ruedas y Vettel pudo salir antes.

El encargado de McLaren le dio la salida a Lewis cuando Sebastian ya estaba a su lado, provocando la peligrosa lucha que ganó el de Red Bull, sacrificando la seguridad de los mecánicos de Williams, que en ese momento estaban trabajando a milímetros de una curiosa lucha limitada a cien kilómetros por hora.

La FIA decidió hablar con el inglés tras la carrera y, quizá, con los vídeos que le pusieron recordó qué había pasado. Aún así, no hubo sanción, sólo una reprimenda para ambos pilotos. ¿Y si Hamilton hubiera trompeado (estuvo a punto) y se hubiera llevado por delante a algún mecánico? Quizá entonces la FIA no habría sido tan blanda. Como siempre, hasta que no ocurre una tragedia no se toman medidas.

¿Qué pasó con el segundo coche de seguridad?

Esa fue la maniobra más comentada tras la carrera. Pero quizá más extraño fue el adelantamiento de Lewis Hamilton sobre Mark Webber justo antes de que se retirara el segundo coche de seguridad. Simplificarlo todo a un adelantamiento ilegal de Hamilton antes de que se retirara el coche de seguridad sería demasiado simple. En realidad fue mucho más complicado y venía de bastante antes, justo cuando el coche de seguridad apagó sus luces anunciando el relanzamiento de la carrera: Jenson Button (primero) ralentizó el ritmo de forma peligrosa en la frenada de la recta posterior hasta provocar el caos en el pelotón y la salida de pista de su propio compañero de equipo, Lewis Hamilton.

Pero, curiosamente, Jenson Button ya había vivido esta situación antes… sólo que fue él la víctima: fue en el Gran Premio de Italia de 2000, en Monza. El coche de seguridad anunció su retirada de la pista y el relanzamiento de la carrera. Michael Schumacher aprovechó y frenó en la recta anterior a la Parabólica, justo antes de entrar en la recta principal. Todo el pelotón se compactó y se detuvo en la recta, sorprendido por la maniobra de Michael. En ese momento, Jenson Button (entonces un desconocido debutante de Williams) llegó a toda velocidad y, tras estar a punto de llevarse por delante a varios pilotos, tuvo que salirse de la pista hasta tocar el muro de protección. Regresó, pero en la siguiente curva se volvió a salir, esta vez definitivamente, al haber dañado la suspensión de su monoplaza.

En China, este año, Button quizá recordó aquella maniobra. Ha pasado una década y ahora es él quien la protagoniza. Hamilton (séptimo) estaba aprisionado entre los dos Red Bull, con Webber (sexto) por delante, y Vettel (octavo) justo detrás. Button quería detener al pelotón para acelerar acto seguido y ganar así terreno. Pero al evitar las colisiones por el frenazo de Button, Hamilton tuvo que salirse por fuera, momento que aprovechó Vettel para echársele encima, aunque sin adelantarle.

En la última curva del trazado, encarando la recta principal, el grupo estaba muy junto y nervioso, pero cambiar las posiciones era ilegal, pues no se podía adelantar hasta cruzar la línea de meta. Sin embargo, Sebatian Vettel trató de adelantar a Lewis Hamilton por dentro, obligando al inglés de McLaren a hacer lo mismo contra Mark Webber. El australiano, sorprendido por esta maniobra, tuvo que abrirse completamente para evitar la colisión, echado por Hamilton, saliéndose de la pista por la parte asfaltada y perdiendo varias posiciones cuando aún no había pasado por la línea de meta. El resultado fue que, al pasar por la recta, Webber había perdido cinco posiciones, Hamilton ganó una y Vettel otra. Y todo eso bajo régimen de coche de seguridad.

Alonso y Massa; amor y odio

La carrera china volvió a ser una locura bajo la lluvia. Si queríamos ver la velocidad y competitividad de cada equipo sobre condiciones normales, secas y sin sobresaltos, Shanghái no fue la mejor opción. El inicio de la temporada está siendo una sucesión de trombas de agua caóticas; a excepción de Bahréin, en todas las carreras el agua ha sido protagonista en mayor o menor medida: en Australia en plena carrera, en Malasia en los entrenamientos, y de nuevo en China con una carrera llena de adelantamientos.Tampoco Fernando Alonso parece dispuesto a disputar una carrera tranquila. Excepto en Bahréin, donde ganó con más o menos comodidad, en todas las carreras ha tenido que recuperar y remontar por errores de la Scuderia o propios.

Desde el trompo de Australia, pasando por la caótica sesión clasificatoria de Malasia hasta su adelanto en la salida de China que mereció el paso por boxes impuesto por la FIA. El español se está acostumbrando a enmendar situaciones complicadas, pero también está dejando escapar el mundial. Todavía queda mucha temporada, y es posible recuperar el camino perdido.

Pero ¿quién dijo que iba a ser fácil? Felipe Massa está probando también el sabor agridulce de su compañero de equipo; el adelantamiento en Bahréin fue una aperitivo de lo que le iba a caer encima. El español repitió la maniobra de Lewis Hamilton sobre Sebastian Vettel. “Nadie diría nada si en vez de a Massa hubiera adelantado a otro piloto”, asegura Alonso. Y quizá tenga razón. Pero el sobresalto de Domenicali en los boxes no se lo quita nadie. La Scuderia ha emitido un comunicado quitando hierro al asunto, asegurando que nadie arruinará con polémicas el espíritu de Ferrari: “Los pilotos saben que corren para Ferrari y no para ellos mismos. No hay disputa entre Alonso y Massa; saben cómo comportarse entre ellos.”

Algo así dijeron en su día en McLaren…

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