El Circo de la Fórmula 1 logra salir poco a poco de Shanghai y ya piensa en la primera cita en el Viejo Continente, el 9 de mayo, en Barcelona
«Me gustaría daros una buena noticia, pero no la tengo. El Gobierno no ha permitido nuestro chárter y tendremos que salir de aquí en vuelos regulares». Subido unos cuantos peldaños arriba en la escalinata de mármol del hotel Four Seasons,Massimo Rivola, uno de los capos de Ferrari, adelantaba novedades. Le escuchaban más de cien personas. Pilotos, ingenieros, mecánicos, responsables de prensa y un puñado de periodistas se agolpaban en el inmenso lobby con la única idea de salir de China cuanto antes. Fernando Alonso, con ropa de la escudería, se desesperaba. Mataba el tiempo lanzando fotos al grupo con su móvil. Al rato, salió la lista de primeros afortunados. La dio Luca Colajanni, entregado jefe de prensa de la scuderia. «Alonso, Massa, Fisichella, Domenicali…», así hasta que completaron las plazas que la aerolínea Fly Emirates tenía bloqueadas para ellos en su primer vuelo hacia Dubai. Después el objetivo sería Roma, ante el cierre de los aeropuertos de Milán.
Ferrari tenía una alianza con Sauber y Toro Rosso para el frustrado chárter. El Gobierno chino había denegado la autorización. «No habrá plazas de bussines para nadie, ni siquiera los pilotos», advertía Rivola. Era lo de menos. Lo que contaba era salir de allí. La erupción del volcán en Islandia apenas había creado revuelo en la Fórmula 1 hasta que los vuelos a Europa empezaron a verse afectados. Por la recepción del hotel también deambulaba Robert Kubica. Charlaba con Alonso y Fisichella, fastidio general entre ellos, y calculaban el coste de un vuelo privado. Concluyeron que no bajaría de 150.000 euros.
A falta de noticias, el boca-oreja funcionaba a tope y los bulos corrían de un lado para otro. «Hay quien dice que se retrasará el Gran Premio de España», reían en un corrillo. No será hasta el 9 de mayo así que habrá tiempo para reorganizarse. No el personal, que en un par de días estará en sus casas, pero sí el material de las escuderías, empantanado en Shanghai por el bloqueo europeo. La logística de Ferrari ya estaba en marcha y preparaban barcos directos a Barcelona, sin el paso previsto por Maranello.
Pasear ayer por el centro de Shanghai era como hacerlo por el paddock. En cada terraza de restaurante había un grupo de la fauna de la Fórmula 1. Gente de los equipos, productores de televisión, algún piloto despistado. Vitantonio Liuzzi, de Force India, paseaba junto a su novia con un peculiar abrigo gris, su inseparable gorra marrón y unas grandes gafas de sol. La nube del volcán islandés dejó atrapada a toda la F1 en China.
Cerca de la medianoche los aviones con destino a Oriente Medio eran la salvación. Si Ferrari iba a Dubai, la televisión italiana volaba destino a Doha (Qatar). Otros escaparon por Estambul. Y a los menos afortunados aún les queda tiempo enShanghai. La salida escalonada de Ferrari continúa hoy y los que iban a cerrar la huida aguardaban turno hasta mañana a primera hora. El caos se iba despejando.
José Ramón Carabante, el dueño del equipo Hispania, también se topó con el Gobierno chino. Esperaba por el rescate de su avión privado, de 35 plazas, pero no logró permiso para aterrizar y tuvo que volar hacia el Golfo. Su piloto le esperaba allí. Había tortas por un asiento con el murciano, que llenó el avión con la gente de su escudería.
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