Para uno representa el escenario donde consiguió una de sus mejores victorias y para el otro su peor derrota. La última edición que se disputó en Suzuka los tenía de otro color. Uno de gris plateado, el otro de celeste igual que en la del 2005. Fue en esa que Kimi Raikkonen le puso un moño a una temporada que lo tendría que haber visto como campeón de no haber tenido tantos fallos de motor.
El romano había dominado casi todo el GP de Japón de punta a punta pero el nórdico, compañero de equipo por estos tiempos, venía con un sprint final al estilo de Fangio en Ñürburgring y en la primera curva que abría precisamente la última vuelta, le hizo sentir la diferencia.
Tres años después la historia es muy distinta. Fisichella le está poniendo la cereza al postre de su carrera, como Kimi lo hizo con él en el 2005. Y precisamente Kimi le está dejando el lugar al hombre al que no le pudo birlar ese campeonato.
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