Puede no haber hecho mucho ruido, pero el nuevo filme de Peter Jackson es una joya de la ciencia ficción, un verdadero clásico Sci-fi.
Distrito 9 inicia el drama con un cuadro kafkiano: el inocente Wikus van der Merwe, a partir de un incidente con un estratégico y elaborado fluido, comienza a sufrir una metamorfosis que lo convertirá finalmente en un alien. Van der Merwe era el jefe de la institución dedicada a marginar a los aliens, de mantenerlos dentro del distrito 9 enquanto se luchaba contra el tráfico de armas alienígenas. ahora, es uno de ellos.
Forasteros los ha habido siempre, pero el siglo XX se confirma como la época en que el migrante se convirtió en el martir, simbolo, y cobaya de varios experimentos sociales. es en las favelas de Rio, en los barrios bajos de París, y en los pueblos nuevos de Caracas, que se gesta una nueva humanidad. y todos los ojos están puestos en ella.
Vengan del interior rural, de otro país, de otro continente; el trato siempre será malo. el atendimiento siempre será insuficiente. la oportunidades siempre serán escasas. el migrante es el enemigo del orden social, el relativzador del sucesso, una amenaza a la estabilidad esperada.
Pero y los excluidos, pueden excluir?
el marginal puede separar, rechazar, apartar a alguien? desde el primer clan allá en las tinieblas, confrontar lo que es diferente es una característica humana. Muy humana. y si no concedemos al excluido la capacidad de excluir, estaremos dándole un arquetipo subhumano. sí, hay excluidos entre los excluidos.
y quién será el excluido entre las muchedumbres del Africa, las filas de espera en Latinoamérica, los containers llenos de inmigrantes chinos?, las balsas llenas de esperanzosos cubanos? en el siglo XXI, el infectado será el paria total, el último forastero, aquel que nunca más será abrazado sin la instantânea sospecha de un contagio. el infectado, será nuestro último migrante.
un infectado es, a primera vista, igual a nosostros, tanto como lo era un judío de europa oriental cuando las SA se paseaban por Varsóvia. Pero una vez reconocido y aislado, un ciudadano comun, pasa a ser un extranjero, y un habitante del guetto que no será nunca nada sino un ser de las penumbras. Un resultado del nuevo orden, un desperdicio indeseabla que no será más mirado, una solución final para perpetuar nuestro status quo. puede ser un apellido, un síntoma inevitable, una mirada a los rasgos faciales, o una clara anatomia extraterrestre que nos lleven allá, pero si es el resultado de un examen de sangre, entonces no habrá leyes para condenar a quien nos condena. no habrá venganza en Nüremberg, pues al final estaremos todos muertos. Y hay una ciencia que justifica el peligro, la probabilidad, la sospecha; al reunirse con infectados.
No hay modo digno de covertirse en algo indigno.
siempre será la peor sospecha que estará flotando encima de nuestras cabezas, siempre seremos culpados, al menos en parte, por haber sido infectados. siempre serán asquerosos nuestros hábitos, infectada nuestra comida, y indeseable nuestro aliento. Aquellos hábitos que nos llevan a sobrevivir son nuestro estigma, aquellos muros que nos cercan nuestra medicina.
y alejado de su familia, incomprendido por sus amigos, el único lugar que el infectado tendrá para refugiarse será la propia enfermedad.
Una enfermedad puede ser un gran negocio, y claro, una arma. Pero... puede ser un premio? pacientes con síndrome de Asperger pueden ser increiblemente concentrados en sus tareas, y individuos falcémicos son resistentes a la malária. Cuando la enfermedad es un premio, todos corren por ella. cuando la infeción es un arma, o el material de una arma, tendremos una lucha en la cual lo que menos importa es el pobre diablo que hospeda la primicia. en oscuros y subterráneos sites de conspiración, las grandes organizaciones luchan incansables por aquellos santos griales de al infectologia, o lucran metálicas y quietas, con el sufrimiento. Eso no nos sorpende, es parte del cotidiano. nos soprende cuando finalmente la realidad enseña lecciones al delirio.
Distrito 9 es , en fin, todo lo que una película de ciencia ficción puede pedir. luego de machucar pesado con la soledad del excluido, nos lleva más allá de la metáfora Kafkiana para llamarnos a pensar en massa, como sociedad, como el único modo de enfrentar el último muro que nos divide: aquel erigido entre quienes tienen esperanza, y quienes no la tienen.
Y al igual que en la realidad, en el filme la oportunidad de derrumbar ese muro, es repetidamente desperdiciada.
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