Análisis del Gran Premio de Bahréin de 2010
Por más que se empeña, no lo logra: se ha pasado toda la noche limpiando la carrocería. No se centra en las pegatinas de los patrocinadores, sino en esos pedazos libres decorados con los colores del equipo. Maranello tiene un color especial, como Sevilla. Pero el color de Maranello estaba últimamente pálido, falto de luz, apagado, mate, sin brillo. Un rojo deslucido. Pero (¡oh, magia!) un rayo muy potente de luz, como venido de otro planeta, se cuela por las ventanas y da de lleno al F10. El reflejo dispara mil destellos por todo el garaje: rojo por todos lados. Un despliegue apoteósico de bravura, de luz, de aire fresco… de ilusión. El afanado limpiador abre su boca llena de pasmo y se levanta poco a poco, observando esa luz olvidada hasta entonces. Abre sus ojos y vuelve a sentir la magia de la Fórmula 1, de Ferrari, de su pasión, de su historia… de la ilusión. Ahora, sí, ha vuelto. El rojo es más rojo que nunca. Nada volverá a ser lo mismo en Maranello. Nadie echa de menos a nadie.
Vettel y Alonso: preludio en los libres
El pique entre Sebastian Vettel y Fernando Alonso en los entrenamientos libres del viernes no fue casualidad: ambos estaban probándose, “jugando”, conscientes de que eran mutuamente sus máximos rivales. A penas una vuelta sin consecuencias en ninguna estadística pero que era un claro preludio de lo que iba a vivirse en la carrera: Red Bull contra Ferrari. Sebastian Vettel contra Fernando Alonso. Y así fue: el alemán y el español no pudieron reproducir sobre la pista el mismo duelo del viernes, pues Vettel no estuvo a tiro de Fernando en ningún momento de la carrera, pero cuando el Red Bull comenzó a desfallecer, Alonso no se lo pensó: era su oportunidad. Como el viernes, el adelantamiento fue abrumador. Sin problemas, esperando una larga recta para no comprometer su propia carrera. Perfecto. En Italia están contentos; aquí, por supuesto, también. Fernando Alonso ha devuelto la ilusión a Ferrari, una ilusión perdida el año pasado entre Kimi Räikkönen y los mediocres sustitutos de Felipe Massa tras su accidente en Hungría.
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